miércoles, 12 de noviembre de 2014

¿A dónde van los restos del quinto contenedor?

Imaginen que cada vez que tirasen una cáscara de plátano al cubo de la basura, se encendiese la luz. Pues gracias a la recogida selectiva de materia orgánica a través del sistema del quinto contenedor, ése es uno de los destinos finales de los residuos orgánicos que casi un tercio de los navarros echa ya en su pequeño cubo marrón: electricidad.

Más de 41.000 familias se han sumado voluntariamente a esta iniciativa, con el fin de ir cumpliendo con los objetivos medio ambientales exigidos por la normativa europea, que cada vez más es exigente: para el año 2020 será obligatorio reciclar el 50% de los residuos. Por ese motivo, en Navarra se han puesto manos a la obra, buscando la solución más ecológica al tratamiento de los residuos orgánicos. Y la han encontrado en la planta “HTN Biogás”, en Caparroso.

Situada a 4,5 kilómetros del pueblo más cercano, es la planta de biogás agroindustrial más grande del sur de Europa. Con unos motores únicos, cuya capacidad energética es cuatro veces mayor de lo habitual, produce 2.900 kw de energía eléctrica renovable, suficiente para abastecer a 7.000 hogares. Pero es que además, el alimento de esta planta, que no es otro que residuos agroindustriales, y desde hace poco más de un año, la materia del quinto contenedor, produce 190.000 toneladas de abono orgánico, tanto sólido como líquido. Un eficaz sustituto para los fertilizantes inorgánicos.

De esta forma, y gracias a la tecnología danesa más avanzada, consiguen ahorrar en los dos procesos el equivalente a 3,5 millones de litros de gasolina. Además de evitar la emisión total de aproximadamente 18.000 toneladas de CO2.

Los restos de comida, productos envasados en mal estado, hojas, serrín, tripas, sangre, y demás restos del matadero de Mélida, además de los purines de las 3.000 vacas de la Granja “Valle de Odieta”, se transforman en esta parcela de 8.000 metros cuadrados en energía, calor, y abono. Pero, ¿cuál es el proceso que sigue la cáscara de plátano desde que un vecino la tira a la basura, hasta que se enciende la luz de su casa?

Dos productos, dos procesos

El ingeniero técnico agrícola Ignacio Senosiain lleva trabajando en la planta de Caparroso desde su apertura en el año 2010. “Hacemos de un residuo un producto”, afirma orgulloso, y “aprovechamos algo que si no, sólo serviría para llenar más y más el vertedero de Góngora”. Cada día, explica Senosiain, llegan camiones con los residuos procedentes del quinto contenedor, que tienen que tratar antes de entrar al depósito, para separar las bolsas del contenido. Afortudamente, disponen de una máquina que después de agujerear las bolsas, provoca que lo menos denso (el plástico) suba, y lo más denso, los restos de comida, las hojas, el serrín, etc., bajen hacia abajo, donde se mezclan con agua, formando una papilla lista para entrar a la sala de recepción, a la que llegan también los purines de las vacas lecheras de la granja.

Podría pensarse que HTN Biogás es como esas granjas que al pasar con el coche despiden un olor infernal. Pero nada más lejos de la realidad, explica el ingeniero. El motivo es sencillo: esta planta cuenta con un sistema único de supresión de olores. Los purines llegan directamente por una tubería, y el resto de residuos entran por un sistema totalmente “cerrado, sellado y aislado”. Además, una serie de tuberías absorben el aire de esas naves dirigiéndolo hasta unos biofiltros que lo limpian para quitar el olor. Y por si esto fuera poco, todos los camiones de transporte pasan por un sistema de desinfección antes de salir.

Los residuos del quinto contenedor, explica Senosiain, han supuesto una mejora para la planta, porque al fermentarse producen más biogás que el purín. En cualquier caso, el ingeniero recuerda la importancia de que la gente “separe bien en su casa”, porque sino, dificultan el proceso: “La gente solo tiene que concienciarse de que en el cubo marrón únicamente va la materia orgánica, y el resto ya lo hacemos nosotros”.

Esa mezcla de residuos y 400.000 litros diarios de “caca de vaca” son bombeados hasta dos depósitos circulares, donde se pica el “alimento de la planta” por seguridad y para facilitar “la digestión”. Se consigue entonces un producto homogéneo, que viene a ser como un puré, señala el ingeniero.

Pero como todo puré, hay que calentarlo antes de comer. Por eso, se eleva la temperatura de la masa a 70º durante una hora. El motivo es de bioseguridad: para eliminar bacterias tan nocivas como la salmonella o el E-Coli, además de matar posibles restos de semillas, que no conviene que estén en el abono. Este proceso se denomina pasteurización, y la planta de Caparroso es la única de España en pasteurizar absolutamente todos los residuos que recibe.

El puré pasa entonces a los digestores, dos grandes depósitos negros, que miden unos 20 metros de alto y 22 de diámetro, y tienen capacidad para ocho millones de litros de biomasa. Son como dos estómagos gigantes, con la diferencia de que ellos tardan en hacer la digestión alrededor de treinta días. Las encargadas de descomponer y fermentar el puré son unas bacterias, llamadas “metanogénicas” porque producen metano. Pero claro, son un ser vivo, y como tal, necesitan unas determinadas condiciones de temperatura para actúar. Por eso, el puré de biomasa se templa a unos 40º grados antes de entrar a estos estómagos, la temperatura idónea para que las bacterias puedan darse un auténtico festín.

La materia orgánica al pudrirse, produce biogás. El 85-90% del biogás total se produce en los biodigestores primarios, y el 10-15% restante en unos postdigestores: las dos pequeñas cúpulas blancas que se ven desde fuera de la planta, donde la materia orgánica termina de estabilizarse durante 5-10 días, y en cuyas cúpulas se regula la presión del biogás. Pero ¡cuidado! No son un almacén ni de biogás, ni de la biomasa fermentada. El ingeniero jefe de planta Javier Lanas Navarro explica que son una especie de “piscina” tapada por un techo semicircular. En la piscina estaría el digestato que ha sido bombeado desde los estomágos, y que ahora está aquí terminando su digestión. Y en la zona superior “del globo”, se va regulando la presión del biogás antes de que éste pase a los motores de cogeneración, para ser transformado en electricidad. Por lo tanto, son una zona de paso. El proceso no ha terminado.

De hecho, falta por explicar un paso intermedio, señala Navarro. Es necesario filtrar el biogás antes de llegar a las cápsulas blancas para quitarle el azufre, ya que si no lo hicieran, al llegar a los motores a los que luego pasa, se produciría ácido sulfídrico, “el que huele a huevos podridos”, que se come el hierro de los motores. Por eso, una vez filtrado y regulada su presión en los postdigestores, el biogás está listo para pasar a los dos potentes motores, cuyo combustible en vez de gasolina es el propio biogás, y que al estár conectados a un generador, al girar producen electricidad.

La planta de Caparroso tiene capacidad para producir 3.000 kw/hora. En los motores de cogeneración, donde el ruido es tal que hay que llevar cascos, se engancha con la red eléctrica, y de ahí se vende. Ya está disponible para su uso.

El resultado: biogás para producir electricidad y abono para los campos
Tenemos entonces dos productos fruto de todo este proceso de transformación, pero, ¿cuál es su destino final, y cuáles sus ventajas?

Primero atenderemos a la materia orgánica pasteurizada que queda una vez realizada la digestión, y separado y aprovechado el biogás que produce. A esta materia ya tratada se le denomina “digestato”, que es bombeado de los postdigestores a un separador, para sacar por un lado digestato, o abono sólido, y por otro, abono líquido. La separación se realiza por centrifugación y pasan a almacenarse separados.

En lo que refiere a su distribución, la planta cuenta con camiones y tractores con cubas específicas para cargar, transportar y aplicar el digestato en los campos de cultivo, que ya no huele. El digestato sólido se aplica en los regadíos de Artajona y Tudela, en un radio de 40 kilómetros aproximadamente, mientras que el digestato líquido se aplica sólo en un radio de 20 kilómetros, pues es empleado por los ganaderos socios que proveen a la planta con purín. Digamos que es “una especie de intercambio en el que todos salen ganando”, explica Senosiain.

Pero, ¿cuáles son las ventajas de este abono respecto a otros fertilizantes inorgánicos? Pues en primer lugar, explica Navarro, que no sólo añade nutrientes a la tierra, como cualquier fertilizante, sino que además, añade materia orgánica. Algo “ideal” para las tierras casi desérticas, pues puede llegar a mejorar la estructura del suelo si se aplica durante tres o cuatro años. Pero esto no es todo, ya que este proceso evita la emisión de 2.050 toneladas de CO2.

Y por si esto fuera poco, están las evidentes ventajas que aporta el segundo producto de la planta: el biogás. Para los que no sepan cuál es la parte más importante de esta fuente energética, desde el departamento de Biomasa del Centro Nacional de Energías Renovables (CENER) nos dan la respuesta: el metano. ¿Por qué? Por ser la parte combustible que necesitamos para producir electricidad. El biogás es como el aire que respiramos, no todo es oxígeno, y con este gas pasa lo mismo, el resto de elementos, aproximadamente el 40%, son “impurezas”, sobre todo, uno de sus componentes: el ácido sulfídrico, que como ya se ha explicado, es esencial eliminar.

Ahora sólo queda una cuestión, averiguar qué ventajas tiene el biogás frente a otras energías renovables, y la respuesta, señalan desde el CENER, es que permite producir energía de manera constante. De hecho, HTN Biogás es una planta diseñada para trabajar más de 8.000 horas al año durante las 24 horas, mediante un proceso automatizado. Es decir, que está en funcionamiento todos los días del año, con un descanso de dos días al mes.

Soluciones vanguardistas
Aunque en algunos países del norte de Europa, como Dinamarca, la cultura del biogás esté totalmente implantada, este sistema en nuestro país es una solución, cuanto menos, innovadora, y por encima de todo, una buena respuesta medioambiental para los residuos orgánicos.

En cualquier caso, y por mucho que la iniciativa de separar en un pequeño cubo marrón la materia orgánica haya salido de las instituciones navarras, los verdaderos artífices para que las cosas funcionen y cuidemos un poquito más nuestro planeta, son y serán siempre, los ciudadanos. Así que ya saben la última pregunta: ¿Dónde hay que apuntarse?


Fuentes empleadas:
Ignacio Senosiain, ingeniero agrícola en la planta de Caparroso.
Javier Lanas Navarro, ingeniero y jefe de planta en la planta de Caparroso.
Cristina López Mañero, jefa del gabinete de comunicación de Desarrollo Rural, Medio Ambiente y Administración Local.
Departamento de Biomasa del Centro Nacional de Energías Renovables (CENER).

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