miércoles, 8 de octubre de 2014

Detrás de una bata blanca


Con guantes, mascarilla, gafas y un buzo desechable. Así recibió el doctor Leiva a los dos periodistas. Todo un equipo de alta protección sustituía a la bata blanca del director del Servicio de Microbiología Clínica de la Universidad de Navarra. Y, por supuesto, al micrófono, la cámara y la libreta de los hambrientos reporteros. “Estas epidemias alimentan a los medios por toda la alarma que crean”, reconoce el doctor a las puertas del laboratorio de Bioseguridad de nivel 3, mientras espera la llegada de los especialistas en Virología. Se refiere, cómo no, al ébola. José Leiva gestiona un servicio en el que bacterias, virus, hongos y todo tipo de parásitos comparten espacio con él, y con otros cuatro especialistas en Microbiología y Parasitología, además de con los técnicos de laboratorio, residentes y alumnos.

Apreciamos de verdad vuestro trabajo”, le dice el doctor al cámara afablemente antes de ponerse la mascarilla. “En momentos como éste vuestras páginas se leen mucho, pero por eso mismo es necesario que no fomentéis la confusión”, añade esbozando una abierta sonrisa que se adivina bajo la protección. Siempre abierto a lo que le pidan, Leiva guía al grupo al primero de los cuatro compartimentos que hay antes de llegar al laboratorio, pero enseguida da la voz a otro especialista “más experto que él” en el tema.

Licenciado en Farmacia en la Universidad de Granada, Leiva llegó a Pamplona en 1992 después de haber trabajado en la especialidad de Microbiología y Parasitología, de la siempre estuvo “enamorado”. Ocho años después se convirtió en director del departamento, y ya lleva once compaginando investigación, docencia y asistencia en el diagnóstico de enfermedades infecciosas. "Compaginarlo todo es complicado, porque el día tiene 24 horas, y hay que quitarle las de comer y dormir. Pero se hace lo mejor posible", afirma. A Leiva tampoco le faltan reconocimientos, pero sabe que su bata blanca no le sitúa por encima de nadie. No tiene problemas para ponerse a la altura de aquél con el que está hablando y relegar funciones en sus compañeros, porque dentro del gremio “cada uno sabe de lo suyo”. 

Ya en el despacho, enfundado en su bata blanca, da libertad total a los reporteros para que pregunten mientras él analiza los medios de cultivo de bacterias. “Os diría que os sirvieses, pero no creo que tengáis ganas de pillar tuberculosis”, bromea al abrir un enorme frigorífico lleno de cepas. "Elija el producto antes de abrir la puerta", reza un pequeño letrero. Como si fuera una coca-cola, el doctor coge una muestra para enseñársela a los alumnos en prácticas y traduce a los periodistas lo que está explicando de forma muy didáctica. Además de científico hace labores de divulgación, para lo que considera esencial “formarse en lo que uno desconoce y no empezar a hablar sin saber”.

Admirado y respetado por todo el equipo, Leiva es un científico con carisma y amor por su trabajo. Pero va más allá, y sus propios compañeros lo ven cada día: “Va con traje, pero sin estar encorsetado”, decía una de las residentes. Ahora, están todos escuchándole con atención, cuando se oye trinar a unos pajaritos. El doctor deja entonces el medio de cultivo y saca el móvil. “Lo siento”, se disculpa, “hora de recoger a los niños”. Y con una sonrisa empieza a desabrocharse la bata. 

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