Con
guantes, mascarilla, gafas y un buzo desechable. Así recibió el doctor Leiva a los dos periodistas. Todo un equipo de alta protección sustituía a la bata blanca del director del Servicio
de Microbiología Clínica de la Universidad de Navarra. Y, por
supuesto, al micrófono, la cámara y la libreta de los hambrientos
reporteros. “Estas epidemias alimentan a los medios por toda
la alarma que crean”, reconoce el doctor a las puertas del
laboratorio de Bioseguridad de nivel 3, mientras espera la llegada de
los especialistas en Virología. Se refiere, cómo no, al ébola.
José Leiva gestiona un servicio en el que bacterias, virus, hongos y
todo tipo de parásitos comparten espacio con él, y con otros cuatro
especialistas en Microbiología y Parasitología, además de con los
técnicos de laboratorio, residentes y alumnos.
“Apreciamos
de verdad vuestro trabajo”, le dice el doctor al cámara
afablemente antes de ponerse la mascarilla. “En momentos como éste
vuestras páginas se leen mucho, pero por eso mismo es necesario que
no fomentéis la confusión”, añade esbozando una abierta sonrisa
que se adivina bajo la protección. Siempre abierto a lo que le
pidan, Leiva guía al grupo al primero de los cuatro compartimentos
que hay antes de llegar al laboratorio, pero enseguida da la voz a
otro especialista “más experto que él” en el tema.
Licenciado
en Farmacia en la Universidad de Granada, Leiva llegó a Pamplona en
1992 después de haber trabajado en la especialidad de Microbiología
y Parasitología, de la siempre estuvo “enamorado”. Ocho años después se convirtió en director del departamento, y ya lleva once
compaginando investigación, docencia y asistencia en el diagnóstico
de enfermedades infecciosas. "Compaginarlo todo es complicado, porque el día tiene 24 horas, y hay que quitarle las de comer y
dormir. Pero se hace lo mejor posible", afirma. A Leiva tampoco
le faltan reconocimientos, pero sabe que su bata blanca no le sitúa
por encima de nadie. No tiene problemas para ponerse a la altura de
aquél con el que está hablando y relegar funciones en sus
compañeros, porque dentro del gremio “cada uno sabe de lo suyo”.
Ya en el despacho, enfundado en su bata blanca, da libertad total a los reporteros para que pregunten mientras él analiza los medios de cultivo de bacterias. “Os diría que os sirvieses, pero no creo que tengáis ganas de pillar tuberculosis”, bromea al abrir un enorme frigorífico lleno de cepas. "Elija el producto antes de abrir la puerta", reza un pequeño letrero. Como si fuera una coca-cola, el doctor coge una muestra para enseñársela a los alumnos en prácticas y traduce a los periodistas lo que está explicando de forma muy didáctica. Además de científico hace labores de divulgación, para lo que considera esencial “formarse en lo que uno desconoce y no empezar a hablar sin saber”.
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