Música ambiental :)
Cuando te acostumbras a leer textos filosóficos que podrías
guardar en el arca perdida junto con otro par de jeroglíficos, crees
soñar al toparte con ensayos como este1.
¡Lo entiendo! Es más, ¡estoy de acuerdo! Inmediatamente después
coges el taco de folios, lo levantas y lo pones a contraluz. Tiene
que haber algún truco. ¿Cómo pueden estos autores leerme la mente
y transcribirla con palabras tan precisas? Igual es al revés, yo les
he leído la mente a ellos, o mejor dicho, he leído sus textos. Pero
bueno, independientemente de quién posea poderes sobrenaturales,
todos estamos de acuerdo.
Antes de leer el ensayo y sabiendo lo que defendía, di por hecho que no iba a tener ningún problema en escribir ochocientas palabras -y las que hiciese falta- con tal de criticar el relativismo moral que nos invade. Opinar sobre lo no opinable. ¡Cómo nos gusta!
Antes de leer el ensayo y sabiendo lo que defendía, di por hecho que no iba a tener ningún problema en escribir ochocientas palabras -y las que hiciese falta- con tal de criticar el relativismo moral que nos invade. Opinar sobre lo no opinable. ¡Cómo nos gusta!
La
opinión, amiga de todos y de nadie. La opinión apodada de verdad.
Nos la pasamos unos a otros como una patata caliente. Esta es la mía,
esta la tuya, y no la toques, que te quemas. Respeto, tolerancia.
Todas las patatas están buenas. ¿Que tú quieres echarle sal?
Perfecto. Tú te la vas a comer. Ojo, que se te va la mano con el
salero, que el último que lo cogió lo dejó medio abierto...
¡Calla! Es asunto mío, mi patata está sosa. Tú cómete la tuya y
deja comer a los demás. ¡Me vas a decir tú a mí cómo comer mi
patata! Tolerancia, convivencia. El salero se ha abierto. Adiós,
patata. Lo siento, pero no todas saben igual. Esta ya no hay quien la
coma. Respeto, claro. Pero habrá que pedir una ensalada para cenar.
Acongojada, guardo mi cuaderno de recetas. Quería aprender a
cocinar, mejorar mis ideas culinarias. Sabía que había mucha gente
invitada al banquete, gente muy distinta que podría ayudarme, pero
ayudarme, ¿a qué? A cocinar bien, pensaba. ¿Bien? ¡Qué chica tan
idealista! Cada uno cocina como quiere, y si vienes de invitado, te
comes lo que te pongan. “Bien” estará si a ti te gusta, pero
bien bien... así como para todos, ¡es mucho pedir! Tolerancia.
A no
ser que venga la abuela Ciencia y nos explique cómo remover el
puchero. Amén. ¡Es la madre de la sabiduría! Y nosotros somos sus
nietos, así que ni media palabra. Si queremos jugar, podemos
tirarnos las patatas a la cara: están blanditas. De hecho, la
mayoría de las veces son solo piel.
Reconozco que “tolerancia” es una palabra bonita, pero está tan
manoseada que tengo que cogerla con pinzas. No me gusta disfrazar los
términos, vestir de gala a pobres palabras como “relativismo
perspectivista”. Nos gusta eludir responsabilidades, mojarnos lo
justo y luego ponernos la toalla de la “convivencia democrática”.
Personalmente, prefiero el “diálogo racional”: va con vaqueros y
de frente.
La filosofía lleva siglos girando como una peonza. “Hacia adelante, hacia atrás, hacia el medio y pá dentro”, como decía mi abuelo para darme el puré. Se han cometido muchos fallos, se han dicho muchas barbaridades, pero el acrobático giro pragmatista de los filósofos analíticos es de esos que hay que volver a ver y releer a cámara lenta.
Ahora mismo tengo un problema: unos folios – los del ensayo de J.Nubiola: “Pragmatismos y relativismo: C.S. Peirce y R. Rorty”- llenos de corazones. Como corazones es lo único que sé dibujar, suelo llenar los márgenes de los textos que me gustan con lo único que me permite mi escasa capacidad artística: corazones de todos los tamaños.
Como
dije arriba, antes de leer el ensayo pensaba que sería fácil
escribir a raíz del mismo. Pero cuando tienes comentarios que hacer
de los siete folios, te bloqueas y no sabes por dónde empezar. Y
como dicen, la avaricia rompe el saco. De mi saco se han salido ya un
montón de frases lapidarias que no caben en este ensayo. Así que me
quedaré con un puñado de ellas, las que me quepan.
Para
empezar, aquello que dicen los filósofos pragmatistas de que “la
filosofía que se aparte de los genuinos problemas humanos es un lujo
que no podemos permitirnos”, o la frase de Dewey de que “la
filosofía se recupera a sí misma (…) cuando se convierte en un
método, cultivado por filósofos, para ocuparse de los problemas de
los hombres”2,
son frases que lees y dices: ¡Por fin! Por no mencionar todas las
referidas al papel de la filosofía en este nuevo siglo: el de aunar
el rigor lógico con la relevancia humana3.
Pero
no es hasta que resumen tus ideas del último ensayo, cuando
exclamas: ¡socorro! Me refiero al tema del “falibilismo social”.
Admitiendo, de entrada, que errar es humano, explican: “El
investigador forma parte de una comunidad expandida en el espacio y
en el tiempo a la que contribuye con sus aciertos e incluso con sus
fracasos, pues estos sirven a otros para llegar más lejos que él”4.
¿Qué más podemos decir el resto de mortales cuando saben en
expresar en tres líneas lo que yo diría en treinta?
Y
así llegan al problema de la verdad: “Hablar de la verdad, así
sin adjetivos (…) comienza a ser considerado como algo de mal
gusto”5.
En definitiva, mi patata, tu patata. ¡Qué triste banquete!
Triste, pero real. En esta situación hemos terminado, y
efectivamente, es necesario un giro: busquemos entre todos las
mejores patatas, las más grandes y sabrosas, ¡no sirve cualquiera!
Y mejoremos juntos las recetas. Nos saldrá unas veces mejor y otras
peor, pero solo así llegaremos algún día a preparar un buen
puré de patata.
1J.
Nubiola, “Pragmatismo y relativismo: C. S. Peirce y R. Rorty”.
Publicado en Unica, Revista de Artes y Humanidades de la
Universidad Católica Cecilio Acosta, II/3,2001, pp.9-21. http://www.unav.es/users/Articulo58a.html
2J.
Dewey, John escribió esta frase en The Need of a Recovery of
Philosophy.
3J.
Nubiola, “Pragmatismo y relativismo:C.S. Peirce y R. Rorty”, pp
6.
4S.
Haack, “Pragmatism”, en N. Bunnin y E.P. Tsui-James, eds. The
Blackwell Companion to Philosophy, Oxford, Blackwell, 1996, 637.
5J.
Nubiola, “Pragmatismo y relativismo:C.S. Peirce y R. Rorty”, pp
5.
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