Por esas voces que ni entendemos ni
sabemos explicar pero nos susurran al oído y nos impiden dormir.
Por esas palabras que sabíamos que lo
arreglarían todo y no fuimos capaces de pronunciar.
Por esas montañas de arena que se
desvanecen una vez escritas.
Por eso necesitamos escribir. Para que
las voces griten y se dejen atrapar, para que las palabras sean
escuchadas y los problemas aparentemente indisolubles se reduzcan a
un puñado de arena. Porque hay miles de palabras que chillan en
nuestra mente tan alto que no logramos entenderlas, pero que una vez
escritas, nos liberan y nos dejan respirar.
¿Abracadabra? Demasiado fácil.
Encontrar esas palabras mágicas no es
tarea de un mago. Pero sí de un escritor. ¿De quién? De todo aquel
que disfrute sentándose delante de una hoja de papel en blanco con
ganas de escuchar y dejar un rastro. Un rastro de tinta.
Por esas palabras que necesitan salir y encontrar un orden y una lógica aparentes, que se amontonan dentro, que se traducen en un ligero y sutil movimiento de dedos, que flotan en el aire primero y luego abren y conmueven corazones¡¡
ResponderEliminarUna pasada de entrada :)